Marcello Pera es filosofo y senador actualmente.
Querido senador Pera:
En estos días he podido leer su nuevo libro "Por qué tenemos que decirnos cristianos". Para mí ha sido una lectura fascinante. Con un conocimiento estupendo de las fuentes y con una lógica contundente, usted analiza la esencia del liberalismo a partir de sus fundamentos, mostrando que en la esencia del liberalismo se encuentra el enraizamiento en la imagen cristiana de Dios: su relación con Dios, de quien el hombre es imagen y de quien hemos recibido el don de la libertad. Con una lógica irreprochable, usted muestra cómo el liberalismo pierde su base y se destruye a sí mismo si abandona este fundamento. También me ha impresionado su análisis de la libertad y el análisis de la multiculturalidad, en el que usted muestra la contradicción interna de este concepto y, por tanto, su imposibilidad política y cultural. Es de importancia fundamental su análisis sobre lo que pueden ser Europa y una Constitución europea en la que Europa no se transforme en una realidad cosmopolita, sino que encuentre, a partir de su fundamento cristiano-liberal, su propia identidad.
Es para mí particularmente significativo su análisis de los conceptos de diálogo interreligioso e intercultural. Usted explica con gran claridad que un diálogo interreligioso en el sentido estricto de la palabra no es posible, mientras que es particularmente urgente el diálogo intercultural, que profundiza en las consecuencias culturales de la decisión religiosa de fondo. Si bien sobre esta última un verdadero diálogo no es posible sin poner entre paréntesis la propia fe, es necesario afrontar en el debate público las consecuencias culturales de las decisiones religiosas de fondo.
En esto, el diálogo, una mutua corrección y un enriquecimiento mutuo son posibles y necesarios. Por lo que se refiere a la contribución sobre el significado de todo esto para la crisis contemporánea de la ética, considero importante lo que usted dice sobre la parábola de la ética liberal. Usted muestra que el liberalismo, sin dejar de ser liberalismo, más bien, para ser fiel a sí mismo, puede referirse a una doctrina del bien, en particular a la cristiana, que le es familiar, ofreciendo así verdaderamente una contribución para superar la crisis.
Con su sobria racionalidad, su amplia información filosófica y la fuerza de su argumentación, el presente libro es, desde mi punto de vista, de importancia fundamental en este momento de Europa y del mundo. Espero que reciba una gran acogida y que ayude a dar al debate político, más allá de los problemas urgentes, esa profundidad sin la cual no podemos superar el desafío de nuestro momento histórico.
Agradecido por su obra, le deseo de corazón la bendición de Dios.
Suyo,
Benedicto XVI
Castel Gandolfo, 4 de septiembre 2008
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